LA VELOCIDAD DEL SER (o el Jet Lag* ontológico)
Podríamos decir que todas las cosas tienen una velocidad, que es aquella con la cual hacemos el recorrido ontológico, la velocidad en la cual el devenir se transforma en movimiento constante evolutivo, pasándo de un estado evolutivo X a otro superior Y.
Podemos agregar a esto ciertos comportamientos cíclicos, por ejemplo las plantas desde su "nacimento" crecen hasta alcanzar sus máximas posibilidades, y en ese transcurso (el que sucede a una cierta velocidad) pasan cíclos de florecimiento, germinación, etc. En este caso podríamos calcular la velocidad de desarrollo mediante una observación permanente y con rigor científico.
Sin embargo, ¿cual es la velocidad del ser?, ¿a qué velocidad evoluciona el ser?...
La incoporación de la tecnología nos ha ido desconectando de esta velocidad, ya que como lo advierte Virilio, nos estamos hiperinmovilizando. Los objetos no tienen velocidad, los artefactos no tienen velocidad, simplemente tienen vida útil, la cual se puede prolongar mediante arreglos, sin embargo siempre serán lo que son desde que fueron concebidos.
En ese sentido, ¿no es diametralmente opuesta la situación en el caso del ser?. Sería obtuso no reconocerlo. El "ser tecnológico" no es un artefacto, el ser no es maquinizable, no es individualizable, y es en ese espacio donde se nos ha perdido el ser, al entrar en la confusión con el artefacto, al maquinizar al ser humano en teorías de producción, productividad, capital, etc, como un factor más en la cadena de producción.
Debemos reconocer que nuestro olvido del ser nos ha llevado a no reconocer su velocidad, nuestros ojos y nuestro contexto no tienen la capacidad de distinguirla y es en ese contexto que el ser desaparece, nuestra sincronía con los artefactos hace que no sintamos la velocidad del ser, nos desconecta y reconecta con el artefacto, nos "enchufa" y nos prendemos y apagamos pensando que esa es nuestra velocidad.
El volver a conectarse con la velocidad intrínsica del ser implica una vuelta a la comunidad, al otro, a lo local, que es el espacio donde esa velocidad ocurre, pero por sobre todo una vuelta al ser como devenir, al ser como fenómeno escencialmente colectivo, en el cual lo que me pasa "nos pasa", en el cual existe un "nosotromos" como unidad sistémica. Me (nos) permite entrar en la profunda gratitud de encontrar (en lo colectivo) el sentido al existir.